10 de abril de 2006


"El Gabinete del Dr. Scholl"
Breve Vindicación de la Quiropedia


Ayer fui a “hacerme los pies” en las oficinas del nunca bien ponderado Dr. Scholl. Y ustedes se preguntarán horrorizados (ojo: siempre que uno se pregunta algo debe hacerlo con el más genuino estupor...): ¿Cómo es posible que yo, uno de los ejemplos más preclaros y brutalistas de masculinidad en pisar estas tierras del diablo (eso no lo digo yo, lo dice mi mujer) venga a reconocer, públicamente y a bocajarro, su afecto inalienable por una expresión tan supuestamente inequívoca de maricura descarada? Pues muy sencillo: la vaina es sabrosa. Pocas cosas hay en el mundo comparables a ponerse unas medias suaves luego de la “ablución-cirugía-extracción-raspada-desconchada-pulida-lijada-suavizante” que se aplica en el interior de estos misteriosos cubículos a nuestras máquinas de caminar: sientes que has dejado atrás los últimos peores días de tu vida para comenzar de nuevo con tus pies cero kilómetros, vivos y etéreos dentro de su prisión de tela o cuero. Es tan sublime la experiencia, que se cae en la tentación de pensar: ¿Será este tipo de aberraciones hedonistas las que han conducido a imperios completos a la debacle y posterior desaparición? ¿Será entonces esto esa cosa fea que mientan pedo-filia? ¿Acaso sea esta autocomplacencia extrema (por lo de las extremidades) el catalizador para mayores y más indulgentes depravaciones que invoquen la decadencia, la pederastia, la lujuria, la barbarie y el advenimiento monstruoso del pecado en todas sus formas? ¿Ah?... Si así es... ¡pues bienvenida sea la caída! Aquel que no ha paseado sus ñames por uno de estos pseudo-asépticos cubículos (que tanto se parecen a un teatrito de marionetas, donde los pies serían los “puppets”) en los cuales conviven el placer y el minúsculo dolor, no ha escuchado ni siquiera la mitad, que digo la mitad, ni siquiera una ñinguita del sonido. Gracias, invisible y venerable Dr. Scholl, y gracias a tus fieles secuaces, que tratan lo más indigno de lo humano con la ceremonia de lo divino.

p.s: Si, esos ñames son los mios…

® Sergio Márquez.

4 comentarios:

Fedosy Santaella dijo...

Ta fino!

Anónimo dijo...

El artefacto que aparece en la foto me hizo recordar la escena de "Brazil" en la que torturan al pobre Jonathan Pryce... Pero entiendo que te trataron mejor que a él.

Simón González dijo...

¿Cómo podemos hacer para conservar el hedonismo y quedarnos con lo mejor del Magno Imperio Venezolano?

Joaquín Ortega dijo...

que maravilla de texto bro...es un viaje al corazón de los uñeros!!!

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