13 de abril de 2008


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¿Que pasó? ¿En que momento se destruyó todo? ¿cuando se desmoronó la promesa de algo que lucía extraordinario, o en todo caso esperanzador?, ¿que pasó? ¿Donde?, ¿como?, y sobre todo, ¿por qué? ¿A quien debemos culpar? Porque algún culpable debe existir de esta desazón, de este desarraigo cotidiano. Pertenezco a una generación a la cual le fue robado todo de la forma más artera; fue cruel, porque nos expusieron a crecer, habitar, contemplar y en ocasiones inclusive hasta a disfrutar de aquella promesa signada por una luminosa y precoz modernidad, convulsa y vibrante, para luego arrebatárnosla de un tirón en la etapa supuestamente más productiva de nuestras vidas. ¿Que pasó? ¿Que lacras nos perjudicaron, a cuantos canallas habrá que ajusticiar para recuperar lo que por derecho histórico y vernáculo nos pertenece? ¿En que vericuetos del costumbrismo perverso, la corrupción, la chabacanería, la desidia y la estupidez se extravió nuestro país? ¿Dónde están nuestras puertas para salir o para entrar, nuestras ventanas para respirar y para ver? Somos una generación sin monumentos, sin orgullo cívico, sin ligazón. Somos héroes, si, pero de la supervivencia y lo vencido. Hemos aprendido a vivir solo para aprender a reponernos del ardor de nuestras heridas adultas condimentadas por la sal de una breve memoria, en apariencia inútil y tan frágil como nuestra noción de patria. No pertenecemos, a nada ni a nadie, no hay un tiempo para nosotros y tampoco estamos creando uno porque otros degenerados decidieron que nuestro tiempo histórico les parecía adecuado para asolar estas ya vapuleadas comarcas mientras practican sin licencia alguna el espiritismo político; ¿será que no supimos defender esa indeterminación llamada Venezuela? Y en todo caso si debíamos empezar a defenderla antes, ¿Por qué nadie agitó las banderas para nosotros? Creo que no tuvimos tiempo de entender nada y es ahora, a la mitad de nuestras vidas, cuando estamos despertando al hecho de que somos un hiatus en el transcurso de este amargo segmento espaciotemporal que nos tocó vivir (o al menos yo lo concibo de esa manera). Independientemente de toda esta infamia, de toda esta cosa ignominiosa que nos endilgaron, muchos seguimos labrando una vida y un mundo en el cual albergamos esperanzas, a despecho de arrastrar siempre con esa sensación de haber extraviado algo en el camino, de que nos sacaron la cartera sin darnos cuenta y desde entonces llevamos a la nada de pasajero en el bolsillo, ¿o te atreverías a decirme que tu nunca lo has sentido así?... Descastados como nos hicieron, así pavimentamos sobre los cadáveres de la mediocridad la vía más digna posible para escapar de este espejismo al cual no pertenecemos. ¿Qué pasó? ¿Será que acaso la canalla fratricida nos hizo algún flaco favor? ¿Es acaso mejor diseñarlo todo de nuevo, como si nunca nada hubiese existido antes de nosotros? ¿Tenemos por fuerza que destruirlo todo para volver a empezar? Esa es una labor titánica que no estoy tan seguro de querer emprender. En todo caso la pregunta sigue siendo la misma: ¿Qué pasó? Y no piensen que espero respuesta, porque en realidad el acertijo que persigo por estos días tiene mucho menos que ver con la resignación expiatoria que con el mapa último de una venganza.

® Sergio Márquez.
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